Hoy me desperté después
de tener un sueño horrible que no recuerdo, la sensación de angustia pegada a
mi pecho me oprime el corazón, es tan trabajoso sentirse así. Y en el fondo es
que te sigo extrañando, y me dan ganas de llorar, siento las lágrimas ya en la
línea de salida pero no lloro, no me gusta llorar, las cosas se vuelven
borrosas y después desaparecen en un todo de agua que ahoga más de lo que
alivia. Ya sé que puedo ser feliz, sí, imagíname feliz.
Alguna vez han sentido que
no tienen ningún deseo de salir de la cama, ni tienen ganas de hacer nada, como
una sensación de desidia, aunque no se esté precisamente triste ni deprimida.
Podríamos pensar que más bien parece pereza, y definitivamente así es como los
demás lo verían. Me siento aletargada, como si estuviera sedada, pero
consciente, no tengo ánimos para nada, nada me provoca, se que tengo cosas que
hacer, pero no me importa postergarlas.
Tengo tanto amor y sin
embargo sacarlo de adentro muchas veces me cuesta. No me sale bien abrirme y
sólo dejarlo ser, no importa con que etiqueta venga, no importa, soy torpe,
huidiza. Antes hasta me daba trabajo abrazar, me quedaba ahí dura con los
brazos muertos a los costados de mi cuerpo, no los podía mover, ahora ya aprendí,
y también a sonreír cuando quiero y agradecer, me gusta agradecer. Con las
palabras no me fue mejor, es tan delicado y a la vez tan poderoso decir “te
quiero” que antes que eso digo otras cosas, y a veces ni siquiera se le parece,
logro decirlo muy poco, quisiera decirlo más, no mucho más, tan solo un poco
más.
Hay cosas que empezamos
sin saber muy bien por qué. Quizás porque creemos que nos lo debemos. A nosotros,
a nuestra vida, a nuestra alma. Hay cosas que empezamos sin saber cómo ni dónde
acabarán, si escaparán o no a nuestro control, si es que hay algo en esta vida
que se pueda controlar. Todo, en cambio, tarde o temprano escapará. Pero hay
días en que uno no se imagina estando donde está. Y hay días en que uno quiere
llorar y se muerde los labios. Días en que se extraña el mar. Y este no es uno
de esos días.
Hay días que quisiera
dedicarte, días que yo misma dedico a querer hacerte feliz. Días en que me
pregunto por qué no te tengo, algunos días en que lo entiendo y hay días en que
no quiero entender nada. Hay días en que te quiero tanto que me duele, otros en
que escogería odiarte y otros en que quiero escaparse de todos lados. Hay días
que parecen llevar impreso tu nombre, días demasiado horribles o demasiado
bellos. Otros días en que definitivamente pienso que lo mejor es dejar correr
las horas, que el día termine, que la sensación de que este es uno de esos días
se vaya.
Pienso que si pudiera
hacer las cosas de nuevo las haría como las hice, no lamento mis errores, ni
aún el dolor, pero tengo algo con el miedo, eso sí, con el miedo expresándose
en tantas formas apatía-febril actividad-sueño-amores-aislamiento-apego-silencio-grandes
enojos. No lamento el miedo en realidad, sino haberle dado el poder de decidir
conmigo y muchas veces por mí.
Estoy juntando silencio
porque las palabras dejaron de sorprenderme; mis palabras y las de algunos
otros también. En cambio el silencio es de una textura profunda y
aterciopelada. Todo es suave en medio del silencio, la felicidad o el dolor. En
silencio todo es distinto, y me deja escucharme… cada latido, cada suspiro,
cada sonrisa tranquila…
Estos días vivo mi
contradicción más plenamente, sé lo que quiero pero a la vez y casi
simultáneamente siento una tristeza… me digo que las personas son así, pero eso
no me alcanza para justificar o no entristecerme. Tengo que aprender a soltar
más rápido, no importa que tan cerca o tan lejos o tan fuerte o débil esté, la
realidad es la realidad y hay que mirarla fijamente, el idealismo distorsiona y
a la corta o a la larga me veo destrozada. Mis días sin ti son tan oscuros, tan
largos, tan grises, tan absurdos, tan agrios y tan duros, son un derroche, las
horas no tienen principio ni fin, tan faltos de aire, tan llenos de nada...
como duelen los días sin ti.
Muchas veces me
resguardo dentro de mi armadura, esa que yo misma me hice, que ajusta pero no
molesta. Pero también yo misma la he llenado de agujeros en esos días que me
harto de mis palabras y quiero otras palabras y quiero más que palabras; y han
habido días en que la he llenado de remiendos, días en los que algunas cosas me
incomodan o me abruman o me hieren y prefiero estar dentro de mi armadura
protegida, escondida; a veces creo que necesito que alguien venga y me la
arranque de golpe porque sola no puedo… bueno, sola sí puedo, pero todavía sola
no me animo.
Hay días en que quizás
sería mejor quedarse en la cama sin descorrer las cortinas de la vida, taparse
la cabeza con la sábana y esperar que toda idea loca que se atreva a despertar
obtenga su merecido: acabar en el diván del olvido. O quizás hoy decida que no.
Pero tengo demasiados miedos. Miedos que se contradicen y se pelean por mí. Es
por eso que cuando me acerco busco aferrarme y a la vez me alejo. El miedo que
me cerca es tan soso que no puedo entender que me dure tanto: ese miedo es a
perder mi corazón en ti y no recuperarlo nunca más. Total igual mi corazón se
escapa y en este instante un pedazo está perdido en una caricia tuya en aquel
lugar; lo que me hace reflexionar sobre lo inútil de los miedos y más aún de
las murallas que no resguardan.
Estoy en esos días que
exploto, por todo. Me siento furiosa conmigo y me encierro, pero encerrada me
abrumo, me derroto, me agoto, me renuevo, me esperanzo y me sigo llenando de
amor. Entonces me canso de estar cerrada y me aburro de la tristeza y uso los
libros, la música, los mimos para tranquilizarme, pero el maremoto en el pecho
salpica inesperadamente y tanto caos siempre termina en desborde de lágrimas y
yo no quiero ese desborde, quiero estar tranquila y disfrutar, aunque sea un
microsegundo del amor que me excede sabiendo que todos son momentos y aunque
parecen eternos no lo son, y es bueno sentir…
De pronto me quedo sin
palabras, contemplo mi nostalgia en un silencio roto y laberíntico, que me
aleja de todos y de mí. Tanto que asumo como natural la imposibilidad de
acercarme, de dejar que me toquen. Ausente y callada hago lo que debo,
esperando que saque de ese estado el amor que hay en mi, en las hojas de un
libro, en una amiga, en un encuentro de cuerpos, en una canción, en un
recuerdo… y entonces termino mi mutismo, y mi corazón despedazado y dolido se
recompone. A veces sigo siendo la niña que se impacienta por crecer y sueño
como si mi inocencia estuviera entera, y duermo como si ya hubiera hecho todo,
pero no he hecho todo y por eso me levanto.
Los años junto a ti han
sido los mejores de mi vida. Todos tienen el brillo de tus ojos y tu inacabable
sonrisa, tienen tu voz suave rodeándome la silueta y el eco de tu risa. Contigo
todos los cielos han sido perfectos... sin olvidar las constelaciones en el
techo de tu habitación. Es lo mejor que me pudo haber pasado. Eres tanto que no
he logrado definir... y a decir verdad, no lo intento, creo que sobrepasas
todos los sinónimos para describirte. Hoy te necesito más que nunca, estuve tan
cerca y a la vez tan lejos. Hoy fue un día en el que la cercanía me hizo
enloquecer, milímetros de distancia, pero aún así parecieron kilómetros, sin
nada por hacer. Casi corrí a perderme en otro cuerpo, en otra vida, por la
locura de no tenerte y a la vez el miedo de perderte.
Mejor dejo de pensar,
de reflexionar, de creer, de imaginar, de desear, de esperar, de todas esas
cosas que siempre terminan poniéndose en mi contra, mejor me voy a algún rincón
dentro de mí, dónde esté mi yo solitario, ese que me conoce y me comprende, ese
al que le ha tocado la misma suerte que a mi yo y que al igual que yo ya está
cansado, así entre los dos nos damos algo de consuelo.
Mejor lo dejo aquí
porque creo que en algunas ocasiones estoy divagando, me estoy desviando de lo
que empecé a escribir y no sé ahora ni cómo terminar. Lo cierto es que he caminado
por mares y desiertos, he pasado por el sol y la luna, y que cambié todos los
mandamientos por el de “como tú, ninguno”. No es extraño que sea una auténtica
locura acostumbrarme a estar sin ti, y que hasta la delgada tela de tu camisa
me parece una distancia insoportable. Todo ha sido tan bello a tu lado, que
creí encontrar el paraíso junto a ti. No tienes todo lo que quiero pero eres
todo lo que quiero.