Hace un momento leyendo
algunos comentarios de días anteriores, tropecé con uno que lo suscribe Marla, con
el que estoy totalmente de acuerdo. Ella dice entre otras cosas que una mujer
puede vivir sin un hombre pero sin amigas no. Está en lo cierto. Para que no
haya confusiones aquí mismo dijimos hace unos días que las mujeres y los
hombres no pueden vivir los unos sin los otros y todos explicamos por qué, pero
era referido a géneros no estábamos hablando de pareja, aunque coincidimos que
vivir solo no debe llenar de felicidad a nadie.
En este caso Marla se
refiere a un hombre como pareja. Yo estoy de acuerdo con ella en lo que plantea
porque aunque no es mi caso (yo tengo pareja) entiendo muy bien a qué se
refiere. Y es a eso que nos dan las amigas que nadie más puede hacerlo, ni
siquiera el hombre que amamos.
Por ejemplo, yo tuve un
fin de semana que no comenzó nada bien, me sentía realmente muy mal por algo
que ocurrió. Pero el sábado después de mediodía todo comenzó a mejorar, mi
ánimo se levantó, volví a reír… y no crean que fue porque resolví el susodicho
problema, no, aún está ahí, latente… pero a pesar de eso terminé pasándolo
muchísimo mejor. ¿Gracias a quién? A mi amiga, a mi hermanita.
Por eso hoy leyendo el
comentario de Marla, sus palabras me sacaron una sonrisa y me dieron el tema para
este post. Porque la amistad es una paloma que en su vuelo va dejando cariño,
afecto y una inolvidable estela de dicha infinita.
Nunca los hombres entre
ellos podrán tener el tipo de relación que pueden llegar a tener dos mujeres
que se quieran, por muy amigos que sean. Una mujer por otra es capaz de
cualquier cosa, nos unimos cuando nos va mal, lloramos juntas y
si una está mal todas las fuerzas se unen por y para ella. Cuando se juntan más
de dos o tres mujeres... peligro... somos capaces de TODO, pobre del que caiga
en el sartén.
Hay personas que pasan
por nuestra vida y se convierten en alguien muy importante para nuestro vivir
diario. Tanto así que no podemos estar sin ellos, sin sus consejos y palabras.
Necesitamos de esa mano amiga, esos oídos que siempre están prestos para
escucharnos. ¿A quién recurrimos cuando algo bueno o malo nos pasa? ¿A quién
revelamos nuestros secretos? ¿Con quién hablamos de amor, de sexo, con quién
lloramos, a quién confiamos nuestros hijos, etc.? La lista podría muy extensa
pero llegaríamos a la misma conclusión: las mujeres siempre acudimos a otras
mujeres.
Contamos para millones
de cosas con nuestra pareja, papá, con un gran amigo, pero no nos engañemos,
para los buenos y malos momentos, los consejos, la contención, la complicidad, la
ayuda, invariablemente acudimos a otra mujer. Somos como una hermandad, nos
percibimos como iguales, podemos aliarnos, compartir e intercambiar experiencias
que sólo nosotras vivimos y sólo nosotras podemos entender. Esas amigas
incondicionales siempre están cuando todos los demás nos dejan, lloran y ríen
con nosotras, pueden decirnos todo sin miedo a reproches por nuestra parte. Es
lindo tener una amiga así, ¿verdad?
Una amistad
incondicional es mucho más que solidaridad porque la solidaridad es un
intercambio que mantiene las condiciones como están, pero este tipo de amistad
es capaz de modificarlas. Para que me entiendan, por ejemplo solidaridad es invitar
a cenar a una amiga. Amistad incondicional es cocinar juntas, sentarse a cenar
y conversar con ella de la vida, volver otro día y otro a preguntarle como
está. En resumen, se traduce en hermandad, confianza, fidelidad, apoyo y
reconocimiento entre mujeres para hacer la vida diferente y mejor. Las mujeres históricamente
hemos sobrevivido gracias a que contamos con la palabra, la mano, el hombro de
otra mujer, que por muy distinta a nosotras que sea, es nuestra igual.
Me parece esencial que
si tenemos pareja ésta conozca a nuestras amigas pero tenemos que hacer que se
respete a raja tabla nuestro tiempo y derecho a verlas y a compartir con ellas.
No comparto eso de alejarse cuando estamos en pareja… ¡la amistad entre mujeres
es esencial para todas! Hay tantos temas que no podemos hablar con “ellos”, y
si lo hacemos muchas veces “los agobiamos”, son cosas para hablar entre nosotras.
Por eso les digo, mujeres,
si ya tienen o cuándo encuentren a una verdadera amiga no la dejen ir,
manténganla con ustedes, porque es muy difícil encontrarla hay quien nunca
tiene esa oportunidad. Esta amistad incondicional entre mujeres se puede
definir como “cómplices que se encuentran y reconocen”.
Yo tengo una amistad
así, los lectores habituales de este sitio lo saben y algunos hasta le
escriben. Como dije al inicio de este post, ella salvó mi fin de semana. Ella
es así, una persona increíble. Es capaz hasta de no recriminar a la gente que
quiere cuando la prejuzga, sólo busca una oportunidad para enmendar el error y
descubrir a los demás la verdad que guarda en su corazón. Y si no encuentra esa
oportunidad o no se la dan, sonríe con un atisbo de tristeza, y continúa al
lado de los suyos, aunque no sepan tratarla del mismo modo que ella hace con todos:
con el corazón abierto y limpio, de manera generosa y sin reproches.
Es pequeña y liviana,
pero yo la he visto crecerse como un gigante para defender a quienes quiere. Lo
hace con toda la fuerza de su corazón y con suma lucidez, se enfrenta a quien injuria
a uno de los suyos y lo deja patas arriba en el campo de batalla, a solas con
su propia conciencia removida. Ella es la mejor compañera de camino (pobres los
que la tienen a su lado y no lo notan), siempre cerca, siempre generosa, sin
vueltas ni dobleces, noble, leal y protectora, a pesar de su aparente
fragilidad.
Cuando alguien la
lastima o pretende hacerlo me es muy difícil controlar mi rabia y termino
descargando mi ira aunque sea alguien muy allegado a ella, y si le han hecho
daño siempre estoy ahí para apoyarla. Vivimos tiempos difíciles, pero los
hacemos más llevaderos porque estamos unidas para ayudarnos. Nos conocemos mucho,
demasiado y jamás nos separamos. Solo le pido a Dios que nos permita estar
siempre juntas.
Sí, hermanita, estoy
hablando de ti, sabes que no puedo hablar de verdaderas amigas sin hablar de
ti, es inevitable. Te agradezco esa confianza que tienes en mí, ese cariño que
siempre me das, hasta cuando estoy de pésimo humor. Eres una persona muy
especial que me ayuda en ocasiones a frenar mi impulsividad y me hace ver las
cosas desde otro punto de vista. Si me equivoco me aconsejas, si los demás no
pueden conmigo me abres una puerta, si estoy feliz celebras junto a mí, si
estoy triste me sonríes hasta que me haces reír, si estoy preocupada o angustiada
te las ingenias para cambiar mi ánimo, si estoy cansada me mandas a dormir… si
me vuelvo testaruda me mandas a callar, me cuidas, si te digo que no puedo
contestar tus preguntas tu lo entiendes, me peleas si tengo algún problema y no
te llamo, sabes entenderme como nadie.
Eres esa que presencia
mis lágrimas, que me da fuerzas para seguir, que me hace ver mis errores y los
acepta también, la única que sabe lo que voy hacer… Eres mi confidente, mi luz
en el camino, para ti yo estaré por siempre ¿sabes por qué? Porque eres mi
amiga, mi compañera, mi hermana y mi extensión… Fraternidad, hermandad,
complicidad, creo que estas palabras se adecuan bien para definir nuestras
vidas. Nuestra amistad no la regalaría a nadie ni la olvidaría por nada del
mundo.
Contigo puedo compartir
cualquier momento de mi vida (bueno o malo), a tu lado me siento confiada y
segura, gracias por confiarme tus secretos y guardar los míos, gracias por
alegrar mis días y hacerme sentir que hay alguien a quien le importo mucho,
gracias por estar en mis momentos difíciles y por dejarme entrar en tu corazón.
Gracias por ser como eres, por estar siempre ahí, por cuidarme, por hacerme
reír, eres una gran amiga, una gran mujer y una excelente persona... te quiero muchísimo, no
cambies nunca...