Bienvenidos a este humilde pero sincero espacio. Aquí escribo mis pensamientos, cosas que me preocupan, algunas vivencias, historias que conozco... lo que me dicta el corazón para compartirlo con otras personas, es una manera de saber que no estamos solos en este mundo virtual y poder hacerlo más real y cercano. Me gusta escribir y me siento bien haciéndolo, ojala estás letras lleguen a ustedes como yo quisiera. Siéntanse libres de comentar lo que deseen. Gracias por estar aquí.

miércoles, 24 de abril de 2013

Poner límites a los hijos



Todos sabemos que la tarea de educar no es nada sencilla. En repetidas ocasiones hemos oído el concepto “poner límites” pero llevarlo a cabo no es tan natural ni tan sencillo, sin embargo, tampoco es imposible. Es cierto que no todos los niños son iguales, ni se trata de estandarizarlos, se trata de ayudarlos a encontrar su mejor potencial. Aprender a poner límites a nuestros hijos es una tarea imprescindible en su educación.
Concederle a los hijos todo lo que piden, darle todas las cosas echas, solucionarle todos los problemas, dejarle que se salgan siempre con la suya... no les ayudará a ser responsables ni aprenderán que las cosas se logran con esfuerzo. No puede haber socialización ni verdadero sentido de la justicia si no se renuncia al principio del propio placer y al interés egocéntrico. El deseo o el principio del propio placer tiene sus propias leyes. Su consigna es: ¡“Quiero todo Ya!..!“ El límite pone fin a esta fantasía de ilimitación y omnipotencia. Si el adolescente permanece en un estado de ilimitación, de satisfacción espontánea de sus continuas demandas, nunca llegará a la madurez humana. En ese caso, no hay educación sin una adecuada dosis de frustración. Porque toda educación supone la reducción del deseo y de la fantasía de omnipotencia.
Los hijos conforme se van haciendo cada vez mayores, los adolescentes, cuestionan cada vez más las normas y límites que sus padres les imponen. Sin embargo la disciplina es una herramienta básica en la formación de una persona responsable y estable, así que es muy importante tener normas y límites bien definidos y exigir que todos los respeten.

Esto es complicado, los padres muchas veces le dejan la tarea a la escuela y a su vez la escuela dice que es problema de los padres. Lo cierto es que cuando los muchachos van creciendo sin saber a ciencia cierta hasta donde pueden llegar en su comportamiento las cosas se van complicando mucho más, porque crecen los problemas. Tenemos que perder el miedo a limitar a nuestros hijos. El escritor y pedagogo argentino Jaime Barylko ha dado una explicación de este desentendimiento de los mayores: “El Siglo XX ha sido el siglo de la permisividad, un tiempo en el cual los padres que habían experimentado exceso de autoridad, creyeron que lo mejor que podía pasarles a sus hijos era la permisividad. Esta permisividad estuvo también sostenida por ciertas teorías psicológicas”.
Limitar no es aniquilar, por el contrario es dar vida, si lo hacemos adecuadamente. Los límites son educativos porque ayudan al joven a desarrollar la aceptación de la ley y el respeto a la autoridad legítima. Además al limitarles la realidad hacemos que se vayan dando cuenta que no somos omnipotentes y que la realidad no es tan manipulable como ellos pretenden desde su pensamiento mágico y egocéntrico. Cuando les decimos “basta” o “no hay más” o “espera un poquito” o “hasta aquí”, de algún modo estamos  funcionando como un representante de lo real para ese hijo; le estamos adelantando situaciones que tendrá que experimentar, lo estamos ayudando a ubicarse.
Eso es educación, porque señores la vida muchas veces nos dice “no” y, si no sabemos aceptarlo, vivimos resentidos. Por ello la educación tiene que llevar a la persona a comprender y aceptar que no todo saldrá siempre según su deseo, que no siempre logrará lo que se propone. Esto se denomina tolerancia a la frustración y es un rasgo fundamental de la personalidad madura. Quien no lo adquiere será un caprichoso consentido, aunque tenga 60 años.
El establecimiento de límites es esencial a la hora de educar. Sor Juana Inés decía que el amor es como la sal: dañan su sobra y su falta. Lo mismo podríamos decir con respecto a los límites, ya que la clave está en no ser abusivo con los mismos pero tampoco desestimarlos. Tanto la permisividad total como la sobreprotección pueden generar consecuencias muy negativas en el desarrollo emocional de un niño.
Poner límites en la educación de los hijos ayudará a que aprendan a tomar decisiones en su vida en el momento correcto. Los adultos frente a sus propios hijos, quedan frecuentemente sorprendidos y desorientados por las pretensiones del chiquito.
La insolencia y la falta de respeto no son signos de independencia, señalan la presencia de un comportamiento inmaduro. Ante esto, los padres debemos modificar esa conducta pero para ello tenemos que asegurarnos que las normas sean verdaderamente razonables. Como adultos con experiencia somos la voz de la reflexión. Por tanto no podemos fabricar excusas para desestimar o justificar un mal comportamiento, no es la mejor manera de ayudarlos a crecer. Los límites que NO son aplicados por nosotros los padres, serán impuestos de forma mucho más dura por la propia sociedad.
Por otro lado, es normal que los adolescentes desafíen a los padres porque están probando hasta donde se puede llegar, para tener mayor claridad de la estructura de esos límites. Los padres de adolescentes deben volver a aprender a criarlos y protegerlos, brindándoles amor y poniéndoles límites, pero sabiendo que ellos pelearan duramente para no aceptarlos. El adolescente quiere y necesita esas reglas, pero también las pelea. Y está bien que así sea, porque esto ayuda a configurar su autonomía.
Para poner un límite generalmente la gente piensa que se requiere ejercer violencia, agresividad y por tal motivo suele esperar hasta que la situación estalle. Mientras tanto los límites se van poniendo flojos, elásticos y parece que no existen. ¿Qué hacer?, se preguntan muchos. ¿Pasamos de la impotencia a la prepotencia, de la excesiva tolerancia a la intransigencia? Muchas veces los adultos venimos de un sistema autoritario y queremos ser distintos con nuestros hijos. Y lo que termina ocurriendo es que como mismo de niños obedecíamos a nuestros padres, ahora obedecemos a nuestros hijos. La potencia se encuentra en la firmeza y firmeza es mandar a nuestro hijo el mensaje inequívoco de que el límite no se mueve.
Los límites enseñan valores, pensemos ¿Cómo nos sentimos si vamos de noche por una carretera sin señalamientos, ni líneas pintadas en el piso? Los límites son delimitaciones de camino por tanto son cercos protectores, a pesar de lo que molestan a los adolescentes, dan seguridad. Por eso deben ser: claros, concretos, concisos, cumplidos y congruentes. Para ponerlos se requieren tres pasos: se habla, se les recuerda, hay consecuencias. No podemos olvidar que existen dos características básicas para poner límites: firmeza y cercanía.
A veces el solo hecho de nombrar la palabra límites molesta, pues parecería que si estamos “limitando”, estamos cortando las posibilidades de nuestros hijos. Sin embargo, la palabra límite no tiene que ver con limitación, sino con protección, nosotros ponemos límites a nuestros hijos para protegerlos y para protegernos. Desafortunadamente, muchos de nosotros no hemos aprendido y vamos olvidando que al poner límites a tiempo protegemos a nuestros hijos de alcoholismo, drogas y comportamientos delictivos. Nos protegemos a nosotros al enseñarles respeto, orden, cuidado, generosidad... en forma congruente y con afecto.
Ser demasiado condescendientes, ceder después de negarles algo, no cumplir con los castigos que se imponen. Estos son algunos de los fallos más frecuentes que cometen los padres al intentar impartir autoridad ante sus hijos, los cuales pueden ser tan negativos como una actitud paterna autoritaria.
Los padres no nos podemos cansar de ser padres; por lo tanto, no nos podemos cansar de abrazarlos, de decirles que los amamos, de rascarles la espalda, de sentirnos orgullosos de ellos, de sacar el máximo provecho de sus talentos, de transformarlos en las mejores personas que puedan llegar a ser; de pulirlos y ese pulir duele muchas veces. No puedo ser una madre agradable todo el tiempo; tengo que ser también desagradable en algunas oportunidades.
Otra cosa importante es no ceder después de negarnos a algo. Cuando nos disponemos a decir NO a nuestro hijo, tenemos que pensar que una vez dicho hay que mantenerlo y no negociarlo o deponerlo, porque ese es uno de los errores más frecuente y perjudiciales con los adolescentes. Tenemos que cumplir lo que decimos o sentenciamos porque cada promesa o castigo que se expresa pero no se cumple, respeta o mantiene, es una cuota de autoridad que se pierde.
Los adultos actuales hemos quedado presionados entre dos generaciones: la de nuestros padres que siguen esperando el respeto y el lugar que la sociedad le otorgaba, y la de nuestros hijos que esperan la dedicación y los derechos que la sociedad les otorga. Ese lugar de bisagra nos toca a nosotros, sin dejar de disfrutar nuestra propia vida, claro está. Tenemos que tratar de no gritar ni de que nos griten y vivir lo mejor posible, todos juntos.
El educar es una tarea que muchas veces duele en el alma y debo tener la capacidad para poder entender que ser padre o madre es una misión, no es una tarea más a cumplir y que lo haga de manera que mis hijos me encuentren “buena onda” todo el tiempo y yo quede contenta con eso. Debemos recordar qué los límites hacen bien, son educativos y contribuyen a lograr la madurez psicológica. Poner límites a nuestros hijos no significa impedirles que se expresen, es enseñarles a hacerlo en forma adecuada. Hacer esto requiere mucha paciencia, mucha constancia, amor y dedicación. Y de esto se trata el ser padre y madre.

viernes, 19 de abril de 2013

Bendito fin de semana



Sí, ¡sí! ¡Por fin es viernes! Aunque he de decir que la semana se me ha pasado bastante rápido, pero necesitaba que llegara ya el viernes, no se porque pero me encuentro muy cansada... ¿Será por el calor que está haciendo? ¿Será estrés? No sé. Lo cierto es que siento que ya no doy más.
Y bueno, mañana para pasar el día en el nirvana, como dice mi hermanita, nos vamos a la playa, ¡todo el fin de semana! Nuestra intención es DESCANSAR y reírnos hasta que nos duela la barriga.
Adoro el fin de semana. Y no por el comentario fácil e intrascendente de que no se trabaja y esas cosas. Adoro el fin de semana porque me lo paso pegada a mis amigos y a mis hijos, todos somos miembros de una misma tribu que tenemos como único fin disfrutar al máximo de nuestro tiempo y la verdad es que nos reímos como locos. Y este, en especial, por el viaje a la playa.
El clima será propicio para disfrutar de la playa y por tanto la posibilidad de gozar de días de asueto consecutivos. La playa es un lugar que lo tiene todo, el olor de la brisa marina, el relax... nos ofrece el sol, el abrazo del mar, baños interminables y despreocupación. Por las noches, juego, música y darnos el capricho de un buen trago que sin duda ¡saben mucho mejor en la playa!
Vierneeeessss… ¡oh, como te adoro!!!
Ya les contaré como ha sido el fin de semana. Por lo pronto comienza la cuenta atrás. Todo preparado: toalla, trusa, un buen libro, gafas de sol y horas para jugar, beber y dormitar. El primer bañito de la mañana y el del anochecer son espectaculares porque no achicharra el sol.

martes, 16 de abril de 2013

Me rindo feliz


Esta sonrisa que no se desvanece de mis labios cuando tú me miras y haces que sienta esa mariposa revoloteando en mí causando ese cosquilleo en mi vientre y ese revolotear en mi corazón. Y es cuando el amor hace mella, las estrategias de resolución de problemas, las buenas intenciones y los brebajes no encuentran el camino de la restauración, nada se opone al placer amoroso, nadie puede doblegarlo. No existen razones manifiestas. No hay demasiadas justificaciones y explicaciones, sino más bien un rotundo "porque si", tan irracional como hermoso.
No dejes de mirarme, no dejes de tocar mi cielo con tus ojos. No sueltes ni un momento la esencia que nos une en el aire. Tan grande lo que siento, tan fuerte que incluso llega a doler. Pero tan dulce, tan suave y a la vez tan intenso. No pares de hacerlo, no pares de hacerme sentir lo que siento.
Adoro caminar contigo tomados de la mano y sentir tu mano en la mía como un apoyo, mirarnos plenamente a los ojos permaneciendo callados, tu risa que sabe danzar en mis oídos jugando con la mía mientras me acorralan tus ojos, y el gemido de tus besos en mi boca mientras me rindo feliz entre tus brazos. Adoro el adorarte y adoro.... que me ames....
Me atormentas la boca, la piel bendecida por tus húmedos labios, la carne que eriza tu lengua salvaje... Me comes, me exploras, recorres con tu boca las sendas de mi cuerpo, el pecho enardecido, el vientre que se agita, los muslos que se abren, dibujas círculos de fuego cercando mis pezones, tu lengua que culebrea en la gruta de mi ombligo… Me abrasas, me chupas, me robas el aliento, me devuelves la vida con tu aliento... Boca a boca... Labio a labio... Tus labios posesivos que exprimen mi deseo hasta vencerme, hasta agotarme, hasta inundarme la boca de gemidos... Me sorbes, me absorbes, me llevas al cielo con tu boca...
Siento el roce de tus dedos en mi cuerpo y vuelvo a ser yo. Y me siento completa, con vida, con ganas de gastar tus caricias. Olvido cada obligación, dejo atrás las prisas... y me pierdo, sólo sé que me pierdo. Es como si me derritiera al sol como lo hace un helado.
Las palabras son el reflejo del alma y en tu alma sólo hay belleza, que se refleja en tu mirada cuando me miras a los ojos y dices que me amas... Cuando el amor desenfrenado entra en el corazón, va royendo todos los demás sentimientos; vive a expensas del honor, de la fe y de la palabra dada. Eres el fuego que quema mi piel... las caricias que arden en mí ser... por eso me rindo feliz a tu toque, a tu risa… a este amor.

martes, 9 de abril de 2013

La solución no es esconder y tirar la llave



Las emociones tienen una gran importancia y utilidad en nuestras vidas, puesto que nos ayudan a responder a lo que nos sucede y a tomar decisiones, mejoran el recuerdo de sucesos importantes y facilitan nuestras relaciones con los demás. No obstante, también pueden hacernos daño cuando suceden en el momento inapropiado o con la intensidad inapropiada.

En estos días sentada en la playa, me puse a contemplar el mar, con su tranquilidad y brisa de la tarde. También pasee de un lado a otro, mirando el cielo, disfrutando mi soledad. Mis pensamientos se desataron y analicé muchas cosas, entre ellas las emociones.

La mayoría de las veces se cómo manejar mis emociones y eso es importante a la hora de armonizar mi vida. Ser consciente de esto no significa que siempre sepa batallar con ellas o que las sepa dominar, porque es un trabajo difícil. Pero he aprendido a clasificarlas y a unas les doy la libertad para que sigan manejando mi vida a su libre albedrío y sin pedirme permiso, y a otras intento atarlas a lo cortico.
En mi hoy, hay quietud, a pesar de los problemas que me circundan me deleito en la paz que me habita, más allá de cada proceso que pueda transitar… Cada día deja su aroma en mí, de esa manera quedo completamente impregnada por la fragancia de cada instante que se erige delante de mis sentidos, conformando mágicamente, mi ser.
Las emociones que dejo a su libre albedrío son esas que producen explosiones de vida en positivo en mi interior. Las que hacen sonreír a mis amigos cuando me afloran, son esas que convierten las cosas bonitas en especiales: la sonrisa de alguien, los lugares que me gustan, una canción, un atardecer, las palabras de alguien… Y no me importa si a veces me dicen que soy exagerada. Simplemente lo vivo así y eso me llena de vida, de alegría, me carga las pilas... en resumen me hace feliz. Por eso me importa un comino cualquier cosa que me digan. Es mi torrente emocional en positivo y es ese al que le permito manifestarse cuando le dé la gana, de manera incontrolada.
En cambio las que pretendo amarrar y controlar a golpe de látigo para que, cuando se disparen no hagan de mi vida un desastre son mis miedos, mis inseguridades, mi fragilidad, todo lo que puede convertir cualquier cosa en algo triste, difícil, desesperanzador... Sin embargo, sentada a la orilla del mar pensando en cosas como estas llegué a la conclusión de que no se trata de guardarlas en un cajón y tirar la llave al fondo del mar porque, finalmente, acaban escapando.
No, esa no es la cuestión, simplemente necesito hacerles frente y manejarlas bien, aprender a controlarlas cuando afloran porque en el fondo no puedo huir de mis miedos, ni de mi vulnerabilidad, ni de la tristeza… porque están ahí. Si me di cuenta que no estaba haciendo las cosas bien cuando de repente todas ellas salieron de su caja y afloraron a la superficie como una olla a presión.
Últimamente he sentido tanto miedo, tanta desesperanza, tanta frustración que durante unos días el dolor y la tristeza se convirtieron en mí día a día y casi terminaron por romperme. Aturdida todavía, tambaleándome, me he dado cuenta de que no tengo más remedio que enfrentarme a mi misma, coger el toro por los cuernos y aceptar que todo eso también está en mí, y que por tanto no lo puedo encerrar ni ignorar, que tengo que enfrentarme a ellos y mirarlos cara a cara en lugar de darme la vuelta y mirar hacia otro lado como si no existieran.
Las emociones están presentes en la vida de todas las personas, prácticamente en todo lo que hacemos. Estamos con un amigo porque nos sentimos a gusto con él y vamos el fin de semana a la playa con ánimo de pasarlo bien. Nos enfadamos cuando las cosas no nos salen bien y nos alegramos y estamos satisfechos cuando tenemos éxito en lo que nos hemos propuesto. 
Todos tenemos miedos unos a volar en avión y otros a ir a la consulta del dentista. Nos sentimos afligidos y doloridos cuando hay un familiar enfermo o muere, o alegres cuando la persona que amamos nos corresponde. Hay días en que trabajamos con entusiasmo y otros en que sólo sentimos pereza o fastidio. Estas y otras situaciones de la vida cotidiana ponen de manifiesto la influencia que las emociones ejercen en nuestras vidas.
Todo está dentro de nosotros, en ese espacio interno tan valioso y trascendental; es ahí donde está la chispa de la vida, donde también se encuentran todas las respuestas… y como todo está en mí, tengo que aprender a ser capaz de convivir con ello, reconciliarme con mis emociones negativas y establecer con ellas un pacto de sana convivencia porque en mi interior está mi fuerza, ahí puedo escuchar el eco de mis afectos, de mis más caros sueños o mis mayores temores. Por eso tengo que buscar y no dejar de escuchar a mí ser interior. En algunas cosas no sé por donde empezar, pero estoy segura de que encontraré la pista.
Y así con tantos pensamientos, en medio de esa paz y tranquilidad que el mar siempre me ofrece, decidí que después de noches sin dormir y llorando desconsoladamente siempre me tengo que regalar la vista de un lindo amanecer. Porque las emociones son inherentes a la propia condición humana y en gran medida determinan la existencia.
Y no hay nada más cierto que el tiempo que pasa no se recupera, los besos que se dan no se repiten ni se devuelven, los abrazos no se conservan en cajas ni en sobres de papel y el amor no se congela en el aire ni en ninguna otra parte, solo tenemos el presente para hacer lo que queremos, esa especie de realidad que ocurre gracias al tiempo, que existe solo por nuestros deseos de estar, solo por nuestras ganas de vivir
Después de tanto pensar y reflexionar conmigo misma mientras paseaba por una playa desierta y me sentaba a contemplar el mar. Me levanto en la mañana y basta con abrir los ojos para regresar a este mundo que no es de ensueño y suspirar, mi vida se siente llena, hay muchas cosas buenas e importantes en ella, muchas cosas que defender y por las cuales seguir luchando sin amedrentarme. El dolor que nos lastima no se cura cerrando los ojos, la felicidad no se encuentra quedándonos parados esperando el alba porque la vida solo se puede vivir mirando hacia adelante.
Y entre otras muchas cosas que me hacen feliz y seguir amando la vida, está el amor. Basta con mencionar su nombre para reír y volar, volar en el mar del amor puro, colorido, del amor que embellece la palabra “Amar”, basta con mirar sus ojos para saber que son perfectos, que la luna, la tierra, las estrellas, el universo, la divinidad y todo lo demás se queda corto comparando la inmensidad de su mirar. Me abriga, me ama, me toca con la mirada y me hace sentir que soy bella, que soy suya, que soy mucho más.
Me siento agradecida con todas las personas que de un modo u otro me han hecho reflexionar y profundizar en mi ser interior.

lunes, 8 de abril de 2013

Tu compañía me hace feliz



Durante el día me ocurren muchas cosas, unas me hacen feliz y otras no tanto. También me agobio en ocasiones por la cantidad de trabajo o de cosas pendientes, además de los problemas personales… pero siempre estas tu a mi lado, dándome la energía que necesito, diciéndome la palabra que me ayuda a seguir, dándome el amor y el cariño que necesito. Solo con sentirte a mi lado me lleno de las fuerzas necesarias para seguir y avanzar.
Tu compañía me hace feliz, cuando estoy contigo el tiempo pasa de prisa y ni cuenta me doy. Todo es como un sueño, el día más nublado parece soleado. Tu compañía es una necesidad porque tu eres mi felicidad. Contigo encuentro mucha paz, enterneces mi corazón, iluminas mi alma, enalteces mi sentir.
Te agradezco tanto por completar mis días, a tu lado siempre hay algo nuevo que descubrir, sentir y amar. Disfruto tu sonrisa y la forma en que te mueves, sabes todos mis movimientos y mis horarios al derecho y al revés. Me gusta verte mientras trabajas porque pareces contento, sonriendo todo el tiempo, aunque a veces pienso que lo haces solo para mí, porque sabes que no pierdo un detalle de lo que estás haciendo. Me mandas esas señales que solo yo noto, si no estoy a tu alcance me buscas con desespero hasta que encuentras mi mirada para poder sonreír, diciéndome que ya es hora de salir, para poder estar juntos después de un largo día.
En nuestro refugio, nuestros cuerpos se unen y puedo sentir que me deseas tanto como yo a ti, puedo sentir tus manos rodeándome toda, me haces reír en el acto, poco a poco me besas, me excitas, quitas las pocas ideas conscientes que quedan en mi, y entonces solo puedo sentirte. Me desnudas suavemente, susurras lo que me harás… me estremezco toda… me haces sufrir en la espera de sentirte dentro, y repites las escenas una y otra vez, hasta que ya no puedo mas y te imploro que me llenes de ti, y así empezamos amarnos como salvajes, desatando el placer que llevamos dentro, y el tiempo se hace tan corto…
Ya exhaustos y satisfechos, me abrazas, me besas con ternura y me dices lo dichoso que te sientes de tenerme a tu lado. Tus palabras siempre me hacen sentir tranquila y feliz, dichosa y amada. Gracias por tu compañía, por tu amor, por ser mi alma gemela.

miércoles, 3 de abril de 2013

La mezcla no me gusta


Los seres humanos somos muy diferentes unos de otros, en muchos sentidos. Hoy me quiero referir a gustos o quizás algunos los llamen vicios. No sé, eso depende de la percepción de cada cual. Pero voy a referirme específicamente a algunos gustos (míos y de muchas personas), me gusta el café fuerte e intenso, el chocolate amargo y el sexo salvaje. En todo hay variantes, claro, pero en estos casos la mezcla no me gusta.
Por ejemplo, a muchas personas les encanta el café, otras no lo soportan. Yo soy una consumada cafetera, ó lo que es lo mismo que si no me tomo un café al levantarme no soy persona... Confieso que no siento que comienzo el día si no me tomo antes una taza de café y si alguien intenta sostener una conversación razonable conmigo antes de eso, seguramente solo balbuceo incoherencias.
Un café solo y en su punto, es de un gusto exquisito, es brebaje de dioses. Es sin duda uno de mis grandes placeres. Necesito cada mañana arrancar con un café fuerte, aromático, preferiblemente lo tomo en vaso de agua. El café me aclara la mente, me abre el panorama y me termina de despertar, por decirlo de algún modo. Los que me conocen saben que no soporto un café recalentado y tampoco me gusta un café con leche que me sabe a leche.
Existen muchas maneras de tomar un buen café. Mi preferido es solo y bien cargado. Hay pocos aromas que despierten más mis sentidos que el del café. Me gusta aspirar los efluvios que desprende una taza caliente de café bien hecho.
Para muchos como yo, es inconcebible comenzar el día sin una buena taza de café. Para otros, el café es el acompañante perfecto e infaltable de cientos de pequeños ritos cotidianos como la lectura del periódico o fumarse un cigarrillo.
Un buen café negro es un reconstituyente innegable. Aumenta la agilidad mental y la capacidad de tener atentos los sentidos. Da energía, ayuda a concentrarse. A mí me alivia el dolor de cabeza. La cafeína estimula y nos enganchamos a lo que nos excita. Lo que no es precisamente malo…
¡Ah! y con el chocolate negro pasa algo parecido, es estimulante y además buenísimo. También previene enfermedades cardiovasculares, tiene muchos antioxidantes. Pero siempre en su forma más pura… Yo lo disfruto a morir, de sólo pensar en una barra de chocolate negro se me hace agua la boca.
Desde sus inicios, el chocolate siempre ha estado ligado al placer, pero también al amor, siendo desde un "inocente mensajero" en forma de ricos bombones a un acompañante o incluso, como se dice popularmente, sustitutivo del sexo. Realmente existe una misteriosa relación del placer y el sexo con el chocolate.
Y en cuanto al sexo salvaje… apasionado y salvaje ambos para no caer en lo cotidiano. ¿Qué puedo decir? Da energía, vitaliza, estimula el cerebro y el resto de órganos vitales… Para quienes no lo sepan, el sexo salvaje, es puro instinto: olores, sabores… es intenso y se desatan tus instintos más básicos, lo que es muy liberador. Puro, sin subterfugios, como el chocolate negro y el café solo. La diferencia es que no deja un saborcillo amargo. Pero es adictivo como los otros dos.
Somos sexo en tu cama, somos el descontrol encarnado en dos cuerpos… Te quiero fuerte y sin azúcar, te quiero café solo, recién hecho, hirviendo…